Dicen los que saben, que las hadas también lloran, aunque no
lo hacen como los seres humanos. El llanto de las hadas no se pierde en los
pañuelos, ni se evapora en el aire. Dicen que cuando lloran de alegría, sus
lágrimas se convierten en diminutas cuentas de colores brillantes y que las
hadas hacen con ellas pequeñas joyas: collares, pendientes y colgantes con los
que adornarse y que siempre las llevan puestas para recordar el motivo feliz
que las provocó, pero si su llanto es de dolor, es distinto su destino.
Dicen que cuando los antiguos espíritus del bosque oyen a
las hadas llorar de pena, desde el mismo corazón de la tierra hacen brotar un
árbol frondoso, azul y luminoso como el cristal y cada lágrima de hada se transforman
en una hoja nueva prendida a sus ramas que crecen y crecen.
Todas las hadas, han vertido muchas lágrimas por los niños
que nunca las conocerán porque cortaron el camino de su vida el hambre, el frío
o el terror. Saben que el Árbol nunca dejará de crecer, que nunca cesará la
violencia ni la injusticia, pero se consuelan teniendo un lugar tan especial
donde guardar su pena, porque el árbol crece hacia las alturas y la luz. Hacia
donde la PAZ siempre es posible.
HISTORIA DE UN HADA
TRISTE
Érase una vez, un hada triste, vivía en el mundo de los
hielos eternos, y no le gustaba, sabía que existieron lugares donde el sol
brillaba cada día y donde las flores tenían todos los colores del arco iris.
Su corazón añoraba esas cosas, aunque no las había visto
nunca.
Añoraba el calor y el color, añoraba sentir la yerba bajo
sus pies descalzos y añoraba el vuelo brillante de las mariposas.
Se sentía tan infeliz que no podía pensar en otra cosa y ni
siquiera salía a ver sus dominios.
Una noche en el que el hada aún no dormía, un resplandor
especial aparece en el cielo. Al principio era solo una pequeña mancha
luminosa, que creció y creció y bien pronto todo el espacio se llenó de color,
verdes, violetas, azules, amarillos y rojos se entremezclaban
armoniosamente, y su luz arrancaba destellos del suelo helado como un espejo, y
el hada miro al cielo y vio estrellas
fugaces y luceros ardiendo, estelas de
cometas y nubes transparentes.
Por primera vez en mucho tiempo, el hada se sintió feliz, y
entendió que aquel era su lugar; que cada rincón del mundo contiene sorpresas
maravillosas, y que le gustaba la aurora boreal y el cielo estrellado de su
país de hielo.
Comprendió que muchas hadas jamás serán todo eso como ella
no vería las flores, pero ya no le importaba. Ahora sabía que las estrellas
fugaces son mariposas celestes y que los cometas se llevan muy lejos las
añoranzas de las hadas tristes.
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