Las hadas, como el resto de los seres féericos, son alegres,
vitalistas, bromistas y juguetonas. Lo complicado es entender para los hombres
lo que ellos consideran “broma”, porque lo que para ellos es una broma divertida,
para nosotros puede ser una broma de muy mal gusto. En estos casos no es
difícil entender los motivos de sus bromas pesadas.
El que sean alegres y vitalistas, no quiere decir que no
puedan estar tristes, sentir dolor o, incluso, morir de amor.
Dicen que la Asrai gemía mientras que el pescador la llevaba
a la orilla y, sino, pensemos en la Ninfa Calipso, que murió de tristeza por la
marcha de su amor.
Hay una idea muy extendida que sostiene que, como las hadas no tienen alma, no
piensan ni sienten. Puede ser que piensen menos, o que se sobrepongan a las
penas antes que nosotros, pero, ¿debemos por eso decir que no piensan o no
sufren?
En su escala de valores, el respeto por la intimidad, la generosidad,
el trato respetuoso, la nobleza de corazón y la limpieza son para ellas grandes
valores. Por el contrario atacan con severidad el egoísmo, la brusquedad, el
mal genio, la mezquindad, la suciedad y los malos modales. Prefieren la alegría
a la tristeza.
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