El solsticio de verano y la noche de San Juan son fechas
mágicas en las que la Naturaleza nos brinda su magia. Aprovecha estas fiestas
para pedir un deseo, mejorar tus ingresos económicos, curar las dolencias e
incluso aumentar tus poderes psíquicos o atraer el amor verdadero. Aquí tienes
algunos rituales en los que las plantas, cuyos poderes aumentan durante estos
días, juegan un papel primordial.
La noche de San Juan ha pasado a nuestro calendario como una
fiesta católica, pero hunde sus raíces en rituales paganos que se celebraban
durante el solsticio de verano y el cénit del astro rey. En el hemisferio
norte, al mediodía del 21 de junio, el Sol alcanza el punto más alto en el cielo,
y la jornada se convierte en la más larga del año. A partir de entonces los
días se van acortando. Nuestros antepasados temían que el Sol se fuera
ocultando paulatinamente y no recuperara su esplendor total. Y para asegurar su
retorno, así como para propiciar la fertilidad de la tierra y la abundancia de
las cosechas, llevaban a cabo ceremonias donde el fuego era el protagonista
como símbolo solar.
Estos festivales se extendían del 20 al 24 de junio, y
durante ellos tenían lugar toda clase de rituales mágicos. Los druidas celtas,
por ejemplo, encendían grandes fogatas por las que hacían pasar al ganado para
preservarlo de las epidemias. Se creía que en esos días las hadas y los
geniecillos de la Naturaleza andaban sueltos por los campos, por lo que se les
dedicaban ofrendas en recompensa por su ayuda. Se hacían fuegos frente a las
puertas de las casas, en las plazas de los pueblos, en las cumbres de colinas y
montañas o junto al mar, en los que se quemaban ruedas de madera que se echaban
a rodar por las laderas y se organizaban procesiones con antorchas. Pero el
ritual de protección más extendido era bailar y saltar alrededor del fuego. Por
la mañana se apagaban las fogatas a modo de renovación. Antecedentes similares
pueden hallarse en las fiestas de Beltaine (1 de mayo) de los druidas, cuyo
nombre significa fuego bello. Asimismo, en la mitología griega los solsticios
eran considerados como las puertas del año y se consagraban al dios Jano, la
deidad de las dos caras. Se decía que la puerta del solsticio de invierno daba
entrada al reino de los dioses y la del solsticio de verano al reino de los
hombres.
No es difícil ver la similitud entre Jano y Juan, y suponer
que la religión cristiana insertó las festividades de San Juan Evangelista (27
de diciembre) y San Juan Bautista (24 de junio) en las proximidades de los dos
solsticios para dar una continuidad solapada a los ritos paganos. Estos
pudieron seguir celebrándose así sin despertar sospechas de brujería. Y gracias
a ello han llegado hasta nosotros numerosos rituales para potenciar la
protección de la Naturaleza y de sus seres o para hacer realidad los deseos.
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